miércoles, 14 de septiembre de 2016

Legado cultural Maya (2do.)

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La Civilización Maya se destacó por su extraordinaria capaci­dad para realizar obras que, van a sobrevivir al período histórico en el que fueron realizadas. Monumentos funerarios, viviendas, palacios re­ales y, por supuesto, los famosos templos piramidales que construyeron son algunas de sus expresiones más notables, a las que se suman una producción escultórica, pic­tográfica y ceramista. También van a des­tacarse en las ciencias, en especial las ma­temáticas y la astronomía, las que les permitirán confeccionar su calendario. En estelas esculpidas, en murales bellamente pinta­dos, en altares hermosamente decorados, en los códices, en sus construcciones armoniosas, en los patios de pelota y en las puer­tas y dinteles, se proyecta el legado cultural de la civilización maya, que llevó a la perfección la astronomía, la escritura y las notaciones numéricas.

La ciencia de los mayas


Los conocimientos alcanzados por los mayas en matemáticas y astronomía pusieron a su cultura en lo más alto del desarrollo mesoamericano precolombino. Inventaron un sistema numérico que incluía el cero, una creación que les llevaría aún varios siglos a otras tantas culturas contemporáneas. También se manejaron con dos calendarios, uno de ellos con la misma cantidad de días que el gregoriano. Detallistas en la observación de los astros, también dominaron las cualidades sanadoras de la naturaleza que los rodeaba. Los mayas se hicieron especialistas en cosmología y astronomía. Construyeron observatorios y un sistema matemático que fue madurando hasta alcanzar una perfección que hoy asombra a los estudiosos de su proceso histórico.

Como otras culturas de Mesoamérica, los mayas tuvieron un desarrollo cien­tífico considerable. En cuanto a las matemáticas, se sabe que basaron su contabilidad en un sistema vigesimal y de base cinco, y que recién hacia el 36 a.C. hay referencias docu­mentales de la utilización del cero. Los tres símbolos básicos eran el punto, al que le asignaron el va­lor uno, la raya, equivalente a cinco, y por último una concha estilizada, para el cero. A diferencia de la numeración arábiga, que es horizontal, los números mayas se disponían verticalmente, con los valores menores en la parte inferior y los mas altos arriba. De esta mane­ra, el cinco era una ra­ya horizontal, a la que se le agregaban los pun­tos suficientes para de­signar del seis al nueve. El diez eran dos rayas, y así sucesivamente.

Muestra inequívoca de sus conocimien­tos y aplicaciones matemáticas son, por ejemplo, sus seguimientos sobre el mo­vimiento de la Luna y los planetas. Las matemáticas fueron incorporadas al calendario en el llamado calculo de computo largo, que consistía en la acumulación de cinco tipos de ciclos de tiempo, en los coeficientes numerales por los que han de multiplicarse.


También fue sorprendente su capaci­dad para medir con exactitud la duración del año solar, de 365 días, medición que, según varios estudiosos, era más exacta que la utilizada por entonces en Europa. Su calendario tiene trascendental importancia científica y está íntimamente relacionado con la mitología, la cosmología, la teolo­gía, la astronomía y las matemáticas. Se basa en un complejo sistema de gran exactitud; se afirma que su precisión es compara­ble a la obtenida actualmente con base en los cálculos de nuestra era electrónica.

El calendario maya tenía tres diferen­tes y simultáneas cuentas de tiempo: el Sagrado o Tzolkin de 260 dias, el Civil o Haab, de 365 días o kim, y la Cuenta Lar­ga, de 144.000 días, es decir 20 ciclos de 20 años. El primero se combinaba con el de 365 días, y entre ambos formaban un ciclo de 52 Haabs. También contaban con ciclos de 13 días y de 20 días para el Tzol­kin y el Haab, respectivamente. En ambos, las anotaciones numéricas se escribían mezclando números con glifos. De los dos, el calendario mas utilizado era el Tzolkin, especialmente para planificar tareas agrícolas y ceremonias religiosas. Finalmente, la cuenta larga de 1.872.000 días tenía como finalidad ins­cribir las fechas de los grandes eventos en el calendario, partiendo de un acontecimiento mítico que servía para referenciar cualquier otro posterior.


El influjo del calendario en la vida de los mayas


"Apenas nacía, el niño maya era llevado ante el sacerdote para que este pudiera adivinar su destino, determinar su ocupación futura y darle un nombre. En un texto sobre augurios se afirma que los niños nacidos los días de Kan, Chuen y Men estaban destinados a ser artesanos; los nacidos en los días Khish y Kib, guerreros; los nacidos del día de Khets'-nab, curanderos, etc. De este modo, los sacerdotes podían clasificar inmediatamente a los niños por los empleos que habrían de ejercer y acon­sejar a sus padres sobre la forma de educarlos."


Astronomía


Se admite que la cultura maya alcanzó el mayor desarrollo astro­nómico y científico de toda la América prehispánica. La atención mayor de los astrónomos mayas se detuvo con mayor precisión en el Sol, astro al que siguieron en su trayectoria. También prestaron particular importancia a la Vía Láctea, conocida por ellos como el Árbol del Mundo y representada por un majestuoso árbol floreciente: la ceiba.

Estudiaron el movimiento de los planetas y predijeron los eclipses. Los conocimientos astronómicos de los mayas superaban a los de los egipcios; realizaron un calendario de una exactitud científica verdaderamente sorprendente. Calcularon las revoluciones de Marte y Venus, lo mismo que los eclipses, los solsticios y los equinoccios; todos estos conocimientos son mucho más sorprendentes en cuanto a que las observaciones astronómicas solamente contaban con el ojo humano para ser realizadas.

La arquitectura


Las ruinas de construcciones arquitectónicas nos revelan que este arte conoció una época de gran esplendor. Palacios en ruinas, pirámides, templos, juegos de pelota, observatorios astronómicos, puertas de entrada, plataformas elevadas y centros ceremo­niales, son algunas de las edificaciones del pueblo maya, aparte de las que aún permanecen escondidas en las selvas, que atestiguan de manera elocuente un extraordinario pasado.

Sobresalieron las construcciones de tipo civil y religioso, caracterizadas por diversos estilos arquitectónicos. A través del estudio que han hecho arqueólogos y etnólogos, se sabe que éstas exigían un largo proceso; además, una obra plasmaba la historia de varias generaciones, ya que ellas montaban sobre las viejas estructuras las nuevas. Un rasgo distintivo de la arquitectura maya es la construcción de grandes edificios en puntos determinados por su conveniencia para la observación astronómica. Además, ya como un elemento común a otras culturas, por lo general levantaban sus ciudades en las cercanías de cursos de agua, bosques, valles y selvas, lo que les permitía administrar una serie de re­cursos naturales esenciales para la supervivencia de la comunidad.


Estilos de arquitectura en las ciudades mayas


En términos técnicos, las grandes construcciones mayas contaban con ci­mientos establecidos en amplias plata­formas rectangulares, sobre las que se erigían las pirámides y palacios. Ade­más, contaban con grandes calzadas pa­ra la circulación de las personas, y en sus centros, plazas circulares de amplias dimensiones. Por lo general, también, a los lados de los edificios gubernamentales o de palacios y templos, se levantaban canchas de juego de pelota. El centro de cada ciudad maya estaba compuesto por un gran complejo de edificios. El plano de estos complejos ceremoniales se estableció en los primeros días de esta civilización, alrededor del 2000 a.C.

Las primeras construcciones totalmente desarrolladas, con plazas rodeadas por pirámides de piedra corona­das por templos y palacios, datan entre el 300 a.C. y 300 d.C. Estos grandes centros político-religiosos se transformaron en verdaderas ciudades hacia comien­zos de la etapa clásica de la civilización maya (300 d.C.). Los siglos 600-800 d.C. fueron un período de vigorosa expansión. La ciudad de Tikal fue reconstruida y se construyeron importantes templos, palacios, plazas y recintos de juego de pelota en Palenque, Piedras Negras, Copán, Quiriguá, Naranjo y Cobá.

La ciudad seguía su diseño según la cosmovisión maya, en cuyo centro se hallaba lo religioso y a partir de allí se distribuía hacia la periferia el resto de la ciudad, si­guiendo siempre un orden jerárquico. De esta manera, en los suburbios se le­vantaban las precarias casas de los tra­bajadores agrícolas. Los restos arqueológicos y las ruinas de los grandes edificios permiten acercar­nos en detalle a la arquitectura maya. Uno de los aspectos que se compadecen con la visión religiosa es la elevada altura de los templos, que, con un promedio de 40-50 metros, representaban un mayor acerca­miento a las divinidades como a las estre­llas que tanto estudiaron.

Una extensa escalinata permitía el ac­ceso desde la plataforma inicial hasta la cúspide, donde habitualmente se establecía un templo ceremonial y sacrificial. Templos y palacios exhibieron paredes gruesas que necesariamente precisaron de grandes esfuerzos humanos para su traslado y colocación, paredes que a su vez eran revestidas con relieves de estu­co o tallas directas sobre la misma piedra.

Principales centros urbanos mayas


La extensión temporal y geográfica de la civilización maya determinó la existen­cia de numerosos estilos predominantes por épocas y regiones. Entre ellos se destacan los edificios de muros anchos y fa­chadas decoradas en piedra y estuco de Copán y San Andrés; las pirámides incli­nadas de El Petén central; los palacios de dos plantas de Tikal; los edificios con gran­des cuartos de Palenque; los de torres pa­ralelas y escaleras tan verticales que no pueden ser subidas de Becán y Chicanná; y las pirámides con patios de columnas de Chichén-Itzá, donde las edificaciones son colosales y manifiestan influencias de los pueblos invasores. Las columnas, los atuendos guerreros, las figuras de los Atlantes y el dios Chaccmool, son algunos de los elementos que surgieron del proceso de fusión de la cultura maya con la tolteca, entre otros muchos ejem­plos.

Fruto de estos estilos son los gran­des edificios, palacios y templos que aún asombran por su calidad y magnificencia, como el observatorio de Uaxactún, el tem­plo de Palenque y los diversos edificios y templos de El Mirador, Tikal, Chichén-Itzá y Uxmal. Entre los monumentos más famosos encontrados hasta ahora, vale la pena mencionar los gigantescos monolitos hermosamente tallados en forma de prisma cuadrangular, que se encuentran en la región de Yucatán. Sus pirámides escalonadas truncas, de la misma región, aunque menos monumentales que las egipcias, en cambio las supera en belleza.

En Chichén-Itzá se ha encontrado un notable complejo arquitectónico construido en círculos concéntricos y tem­plos en forma de pirámides escalonadas truncas, sostenidas con columnas decoradas con figuras de serpientes emplu­madas. La Casa del Gobernador en Uxmal presenta una bóveda sin arco, formada con bloques cada vez más grandes que se juntan con el centro del espacio comprendido entre dos muros. Cerca de Palenque hay un alto relieve que representa el sacrificio de un sacerdote al dios Kukulkán, el mismo Quetzalcóatl de los Aztecas.

Arte del tallado en piedra


Variada en su tratamiento temático y rica en estilos, materiales y dimensiones -que van desde la monumentalidad hasta las miniaturas-, la creación sobre piedra es una de las expresiones artísticas más destacadas de la cultura maya. Ligada a las celebraciones rituales, representaciones religiosas y del poder político, esculturas, relieves, discos, dinteles, columnas y estelas constituyen un legado en el que el realismo y el simbolismo se mezclan permanentemente.

El arte escultórico maya es tan antiguo como su civilización, y la acompañó a lo largo de todo su desarrollo. En particular, sus artistas se han destaca­do en la estatuaria, tanto en grandes como en muy pequeños tamaños. También reali­zaron bajorrelieves y estelas, siendo las de mayores dimensiones las de Quiriguá. El material por excelencia que utilizaron fue la piedra calcárea y el estuco, una pasta que hicieron con polvo de piedra, conchas y al­gunos elementos vegetales que les sirvieron de aglutinante, producto que luego era pin­tado en diversos y coloridos tonos.

Toda la temática de la escultura maya gira en torno de los grandes personajes de su reli­giosidad, sea ya en forma de representacio­nes divinas como en figuras y objetos que las identifican. En este sentido, son caracterís­ticas las figuras de dioses o animales asocia­das a éstos. Las representaciones humanas también han sido unas de sus inclinaciones temáticas más recurrentes, destacando para el caso los tallados en relieve de Pa­lenque y Copán, característicos por sus detalles de gran precisión y realismo. Las estelas, en cambio, constituyen un maravilloso mundo de representaciones históricas y religiosas, que suelen apor­tar datos clave para interpretar el curso de la sociedad maya, habitualmente acompañadas por piezas de cerámica de carácter funerario y ritual.

Los artistas mayas eran maestros en los tallados en piedra y madera, en murales y en modelado en estuco. Los alfareros no sólo producían tiestos para cocinar, sino también delicadas vasijas policromadas ilustradas con escenas épicas del mundo sobrenatu­ral, utilizadas como artículos funerarios. En cuanto a la pintura, los mayas practica­ron fundamentalmente la técnica del fresco, y por lo general carecieron de la idea de perspectiva. También utilizaron el estuco para rea­lizar sus obras, en especial los murales, los que luego coloreaban vistosamente, con tonos rojos y azules. Los temas que abordaron en sus pinturas murales pres­tan particular atención a la vida cortesa­na y los rituales ceremoniales.

El alto nivel técnico de los artesanos, la ejemplificación del poder e ideología maya en sus templos, palacios y ciudades y sus impresionantes logros intelectuales en cuanto a la escritura y el calendario, se combinaron para hacer de los mayas la civilización de mayor importan­cia del Nuevo Mundo.

Cerámica


La cerámica maya tuvo una diver­sa funcionalidad, siendo especialmente ricas las dedicadas a la vida cotidiana (va­sos, platos, distintos tipos de vasijas) y a las celebraciones religiosas, cuyas representaciones necesitaban numerosos ob­jetos para el culto. En la generalidad de los casos, la cerámica sumó también una importante decoración, rica en figuras zoomorfas y dibujos geométricos. Las temáticas recurrentes de sus de­coraciones incorporan también escenas de la vida diaria y las funciones de la cas­ta dirigente, en especial nobles, milita­res y sacerdotes.

 Piezas de ceramica maya


Característica de la cerámica maya se­rá la delgadez y el pulimiento de sus pa­redes, además de la multiplicidad de co­lores y, en ocasiones, el acabado acuarelado de su ornamentación. Las piezas se confeccionaban para ser cocidas en hornos al aire libre que alcanzaban temperaturas de hasta 800 grados. Además de la cerámica, los ma­yas fueron expertos escultores, tanto en grandes como en muy pequeñas dimen­siones.

Escritura


Entre los pueblos americanos, el maya fue el único que inventó una escritu­ra capaz de representar fielmente el lenguaje hablado. Esta escritura se elaboraba con base en glifos o dibujos, que expresaban sonidos o palabras enteras. Así, por ejemplo, un escudo y un mazo significaban guerra.

Los glifos


La civilización maya adoptó como soporte de su escritura al glifo, un signo grabado o pintado que transmite un determinado concepto y que podía ser combinado con otros. En este sentido, y por su notable contenido simbólico, los glifos mayas están emparentados con los jeroglíficos egipcios, aunque jamás hubo contacto entre ambas culturas. El empleo de los glifos fue particularmente muy extenso en el Período Clásico, y se han llegado a recopilar más de 10.000 inscripciones sobre edificios, monumentos, alfarería y códices. Los mayas se valieron de esta escritura para dejar constancia de sus creencias religiosas, de sus conocimientos astronómicos, y de los acontecimientos más importantes protagoni­zados por reyes y personajes legendarios.

Glifos mayas en Copán


Los mayas escribieron con el sistema pic­tográfico, en el que combinaron símbolos fonéticos e ideogramas. La conquista y la colonización posterior de los españoles lamentablemente destruyeron el acervo original de la cultura maya, y se admite que fueron cientos los libros quemados. En particular, todos los encontrados en la península de Yucatán fueron destruidos por órdenes de fray Diego de Landa en ju­lio de 1562. El descubrimiento de terro­nes rectangulares de yeso hace pensar que se trata de restos de libros originales. De esta manera se perdió uno de los mayo­res tesoros de la cultura maya, quedando apenas a salvo de las llamas y del tiempo tres libros y algunas páginas de un cuar­to, todos ellos conocidos como códices.

Los mayas fue­ron la única civilización verdaderamente alfabetiza­da del continente americano, pero por muchos años sus inscripciones en jeroglíficos no pudieron ser des­cifradas sólo se podían leer los números y las fechas. Sin embargo, desde fines de la década de los 50, fecha en que se realizaron avances importantes en el des­ciframiento de los jeroglíficos, se ha revolucionado nuestro entendimiento sobre la cultura e historia maya.

El conocimiento de la escritura no estaba al alcance de todos los estra­tos sociales del pueblo maya. Era privilegio del grupo sacerdotal. Aun­que en el período Posclásico se en­señaba a escribir a los gobernantes y a los nobles, seguían siendo los sacerdotes quienes elaboraban los códices en los cuales consignaban su historia, sus mitos y sus ritos, o sea que eran la base de las tradiciones orales transmitidas.

 Códice Peresiano


Los códices mayas son libros escritos antes de la conquista y muestran algunos rasgos de la civilización maya. Los que se han rescatado son el Códice de Dresde, el más antiguo, (Alemania Oriental), en cuya biblioteca se encuentra; procede de la población Tikal. Está escrito en 39 hojas de maguey con figuras jeroglíficas; contie­ne principios científicos de matemáticas y astronomía. El Códice Tro-Cortesiano, que se encuentra en el museo de América en Madrid. Es de origen Itzá y describe escenas rituales y sociales, por lo cual se convierte en una importante fuente para conocer las costumbres de los mayas. El Có­dice Peresiano, se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, procedente de Yucatán; contiene referencias a los nombres de los meses y de los días y relatos sobre la mitología maya; hace mención del transcurso de los días, meses y años, de las fechas de las festividades y de algunas plantas medicinales; contiene también nociones de cirugía e higiene. Un cuarto, el Códice Pérez, es la recopilación de varios textos procedentes de Maní, Tikal y otros sitios de Yucatán. En él se agrupan tablas y correlaciones de los calendarios cristiano y maya; material profético, almanaques y fechas históricas. Tam­bién, está el tratado de Tierras de Maní y un relato de la conquista española, junto a otros acontecimientos de la península de Yuca­tán entre 1511 y 1562. Y el Códice Grolier, el único que se encuentra en Mé­xico.

Posteriormente se confec­cionaron los Libros de Chilam Balam, que fueron redactados después de la conquista española, recogen textos relativos a la historia, medicina, cosmolo­gía, astronomía, cronología y textos no cla­sificados de los mayas. El Ritual de los Bacabes, siglo XVIII, es otra fuente escrita procedente de Yucatán. Está compuesto por cuarenta y dos textos médicos de carácter ritual, en los cuales se alude a las principales creencias míticas de los mayas. Estos hombres siempre quisieron registrar sus concepciones religiosas, su historia y sus logros científicos. Quisieron transmitir la tradición, prepararse para el futuro y conjurar las influencias maléficas, por medio de múlti­ples rituales.

El Popol Vuh y Los Anales de los Cakchiqueles fueron escritos en maya yucateco, quiché y cakchiquel respectivamente, pe­ro en todos los casos utilizando el al­fabeto latino in­corporado por los coloniza­dores. De todos ellos, sin duda el más cono­cido es el Popol Vuh o Popol Wuj (en quiché "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad"); es una reco­pilación de varias leyendas del Quiché, un reino de la civilización maya situado al sur de Guatemala; más que en un senti­do histórico, tiene valor e importancia en el plano religioso. Escrito por un sacerdote maya, contiene la mitología y parte de la historia del pueblo maya, es una narración que trata de explicar alguna manera el origen del mundo, la ci­vilización y los diversos fenómenos que ocurren en la Naturaleza. De él se han hecho varias versiones en español, en una de las cuales participó el consagrado escritor y Premio Nobel guatemal­teco Miguel Ángel Asturias, admirador incondicional de la Cultura de sus antepasados. Además los códices, que son manuscritos sobre fibra de papel, procedente de un árbol tropical llamado amate; estas fibras son estucadas y luego pintadas con figuras y glifos (caracteres jeroglíficos mayas).

Actividades:


Espera los próximos dos escritos para que realice la practica del mes

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